El decálogo de la justicia

Justicia

El decálogo de la justicia

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Recordando los bellos años de la universidad, pude ver en la tela de la memoria una pared del viejo edificio estudiantil, que contenía Los Mandamientos del Abogado o las reglas del gran jurista Couture (Eduardo Juan Couture Etcheverry, 24/05/1906-11/05/1956, prestigioso abogado y profesor uruguayo). Me causa aún una especial conmoción, recordar esos mandamientos tan elevados y casi perfectos. ¡Cuánta ilusión juvenil concentrada en el ánimo entusiasta de alcanzar, algún día, la Justicia!

Es que, probablemente, la Justicia se cumpliría al obtener el título de Abogada.

¡Cuánta pretensión la mía, la nuestra, la de tantos rostros amigos, realizar la consecución de la Justicia!

Después de veinte años, así tal cual suena en una famosa melodía (Volver, tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera), he comprendido que esa pretensión de Justicia era mucho más que una pretensión; se trata nada más y nada menos que de una necesidad estructural humana inacabable, inconmensurable, infinita... una necesidad, que surge de la inexpugnable profundidad de las entrañas humanas.

Qué palabra tan ardiente, ardorosa de seguimiento, palabra que no se agota ni siquiera en todas las razones del mundo; porque todo es poco, para llenar el hiriente y sonoro grito del deseo de la justicia.

Por gracia de Dios, solamente por su gracia, estoy circunstancialmente en un lugar en el cual tengo la vara decisiva, una vara que define el destino de muchas personas, su propiedad material y su libertad. En este oficio constante de decidir me han clavado tantas veces, en el ánimo y en la conciencia, las realidades que no conocen la piedad y desmoronan las falacias. Se ha instalado en mi memoria el mecanismo de la acción humana que ataca y se defiende, que vive, que muere. He guardado a través de mis ojos el dolor de la víctima y la miseria del pecador; la indignación del ofendido y la humillación del acusado; la resignación del pobre y la soberbia del poderoso; la esperanza del doliente y la amargura del pecador; el sufrimiento del huérfano y el cinismo del victimario; la tristeza del perdedor y el deseo expiatorio del arrepentido; la victoria del vencedor y la lágrima del vencido… podría seguir, porque no hay lugar mas expresivo y descriptivo de humanidad desnuda y absoluta, que una sala de juzgamiento.

Los mandamientos del Abogado resuenan en mis oídos, aumentados con verdades inimaginables.

Couture fue un genio explicativo de la realidad jurídica que nos mostró el inicio, pero también que no tiene fin, debido a la creatividad, a la evolución, a la transformación.

El Decálogo de la Justicia, es tan solo un titular que nos introduce en realidades cotidianas, llamativas y de interés común.

La plenitud de vida, a la que aspiran hombres y mujeres, genera un movimiento social de tal envergadura que exceden todo planeamiento o cálculo estratégico, destinados a limitar de manera armónica el comportamiento social. Con certeza inquebrantable, el ámbito legislativo y normativo debe conducir la conducta ciudadana, como principio rector, de nivel constitucional, estrictamente necesario para el mantenimiento de la armonía social; pertinente para la protección general y la devolución de la paz ante el injusto y la reinsercion social del infractor.

Es así que el anhelo de Justicia es tan exigente como respirar, es tan legítimamente humano como vivir.

Como jueza, trabajar lidiando con las limitaciones y fragilidades de todo tipo, a través de éstas, positivamente, y no a pesar de ellas, como si fuesen una carga asfixiante y que paraliza, ha convertido mis días en palpitantes ansias de vivir, ofrecer y entregar un aporte técnico, profesional y existencial a las personas que me toca juzgar y a mirarlas por su única condición de dignidad natural.

Justicia: exigencia de vida, desencadenante de búsqueda incansable, que habita el corazón de todo hombre y mujer.


  1. Estudia: el derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.
  2. Piensa: el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
  3. Trabaja: la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas.
  4. Lucha: tu deber es luchar por el derecho; pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia.
  5. Se leal: leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
  6. Tolera: tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
  7. Ten paciencia: en el derecho, el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
  8. Ten fe: ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia. Y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia ni paz.
  9. Olvida: la abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
  10. Ama tu profesión: trata de considerar la abogacía de tal manera, que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti, proponerle que se haga abogado.

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Sonia Villalba Idoyaga

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